lunes, 26 de enero de 2009

Señales del cambio o la chance cierta de proyectarse hacia la transparencia

por Lic. Inés Olivero
El tiempo en estos días está pesado. No solo el clima metereológico es denso, sino la atmósfera emocional del mundo y, en especial, de nuestra querida Buenos Aires. Lugar donde vivimos nosotros. Y casi sin darnos cuenta… ese malestar se nos cae encima con todo el peso de la negatividad. Y redunda en cansancio, en apatía, en falta de interés o de estímulo. Exige un descanso más prolongado. Una vez que recuperamos las fuerzas, volvemos a sentirnos vivos para encarar nuestros planes. Sin embargo, nos dura poco ese empuje y otra vez caemos...

¿Estamos deprimidos? ¿Qué nos hace tan frágiles? ¿Por qué, si antes no nos ocurría, lo padecemos ahora? Esto nos lleva a reflexionar un poco más profundamente y a aceptar lo que sucede así como se presenta, sin caretas o disfraces. La negación de nuestra oscuridad se desploma sobre el planeta. Es hora de incorporarla.

En los Grupos: APAP, Grupos Terapéuticos, Reflexión para Adultos Mayores o Trabajo Interior, se experimenta la vida en todos sus matices. Los pequeños y sólidos cambios que se van produciendo vienen envueltos con la aparición de diferentes rasgos de la Sombra, oscuros defectos desconocidos hasta ahora. Un caleidoscopio de luces y brumas nos empuja al vértigo que propone la cotidianeidad. El pulso de la Vida en nuestros pulsos. La furia vital explotando por los poros. La deuda de una promesa que nunca se cumplió y que anhelamos estúpidamente satisfacer. Nos sacude el sinsentido. El ansia y el miedo, la paz y el vacío, el encuentro y la soledad, son algunas de las tensiones que originan los pares polares y que erosionan la burguesa pasividad que confundimos hasta ahora con el bienestar. A pesar de todo, esta crisis nos pone en camino hacia algo mejor. Ser más conscientes.

Los nuevos vientos arrasan el conformismo y nos dejan desnudos de mentiras bajo el calor sofocante del verano. Las lágrimas infantiles ante la falta de cuidados recibidos, afloran desconsoladas y nos desconsuelan anegados en llanto. No podemos seguir escondiendo las vanas ilusiones de encontrar a alguien que nos lleve a upa. Estas verdades impresentables se filtran con desparpajo y… ya no nos queda otra opción que aceptarlas: Sí, ¡quiero que otro solucione mis carencias!, ¡que otro me quiera como yo no sé quererme! y grito y pataleo, ¡alguna vez eso me sirvió!, ¿sí?.
En esos momentos no queremos que se sepa que somos inmaduros, ansiosos, tilingos, vacíos y manipuladores… Nos gustaría encontrar otra máscara que ocultara esta verdad, que cubriera con maquillaje nuestras fealdades, pero ya es tarde para más de lo mismo. Eso es lo que viene haciendo la Humanidad desde tiempo inmemorial, y NO SIRVE más.

Algunos transitamos estas vicisitudes. Originadas por un cambio estructural, un cambio profundo y en serio. No todos se atreven a hacer esta reflexión, es verdad. No todos pueden o quieren enterarse. No obstante, ya somos muchos los interesados. Abundan grupos, en todo el mundo, que buscan la integración de todo lo que traemos en la mochila, lo lindo y lo feo –lo bueno y lo malo-. Ya somos muchos los que estamos dispuestos a ser HONESTOS, TRANSPARENTES y HUMILDES y a vivir de otra manera. Por supuesto, esta transformación ha de hacerse en ambientes cálidos y nutrientes. No es cosa de salir al mundo a recibir cachetazos. Sabemos que las máscaras también tienen una utilidad: nos protegen frente a la violencia y el desamor.

Sin embargo, en un contexto donde se valora la importancia de hacernos cargo de los resultados que generamos con nuestros actos, podemos quedar al descubierto y aprender que en medio de la máxima fragilidad alcanzamos una fortaleza desconocida hasta el presente. Por tal motivo en el trabajo grupal vemos a diario como la armonía reemplaza al éxito y la sencillez a la seducción desenfrenada. Comprobamos que aunque lo que se muestre esté lleno de fallas, en las profundidades internas hay algo más a descubrir: A NOSOTROS MISMOS.

En lo íntimo de nuestro ser hay un tesoro escondido. Tesoro que hemos negado sistemáticamente gastando todas nuestras energías en parecernos “al otro”, en desmedro del propio valor. Nos negamos a nosotros mismos. Nos negamos así como Pedro negó a Jesús, reiteradamente.

En el antiguo relato del alquimista, se menciona este proceso. El alquimista emprende un viaje hacia lo más alejado de sí mismo buscando un tesoro oculto y, al llegar a los confines del mundo, se entera que dicho tesoro estuvo siempre enterrado en el fondo de su propia casa.

En la nueva comunidad humana que se está gestando lejos de lo mundano, aparecen señales del cambio. No sabemos cuántos años llevará para que tome una forma concreta para todos. Pero sí sabemos que podemos ver hoy, AQUÍ y AHORA, que cuando dos o más se reúnen para proyectarse hacia la transparencia, lo que sucede es delicioso. Eso sí lo sabemos. Por eso, juntamos fuerzas y vamos en esa dirección.

10 de enero de 2009

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D E S P L E G A D A S

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